
En España hay más de 17.000 sospechas de efectos secundarios de los medicamentos, según los últimos datos recogidos en la Memoria de Actividades de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps). Los resultados han sido posibles, por un lado, gracias al Sistema Español de Farmacovigilancia Humana (SEFV-H) a través de las tarjetas amarillas empleadas por los profesionales sanitarios, un dispositivo donde se almacena la información mínima para determinar la relación de causalidad y disponer la forma de presentación del efecto adverso en cuestión, y por otro lado, por la industria farmacéutica.
En concreto, las sospechas notificadas mediante las tarjetas amarillas han supuesto el 72, 69%, mientras que desde la industria farmacéutica se ha llevado a cabo el 27,30% del conjunto de sospechas. Ante los resultados, la Agencia del Medicamento ha querido resaltar que esta proporción de datos es diferente en comparación con otros países de la Unión Europea, dónde hasta el 80% de las notificaciones son emitidas por parte de las industrias farmacéuticas.
La Aemps ha revelado que el 2014 ha sido el primer año en que la cifra total de sospechas de los efectos secundarios de los medicamentos ha bajado con respecto al año anterior, ya que desde 2010 había un aumento progresivo de este dato año tras año. La implantación de la historia digital y de la prescripción electrónica ha contribuido a reducir esta cifra, ya que de alguna manera las mejoras digitales han garantizado la seguridad de los procesos sanitarios.
Según el doctor José Luis Poveda, en España, los efectos secundarios de los medicamentos son la quinta causa de mortalidad, fallecen hasta siete veces más personas a causa de los efectos secundarios asociados a la medicación que por accidentes de tráfico. Aunque el riesgo se puede reducir con las intervenciones de un farmacéutico de hospital, y con la incorporación de las nuevas tecnologías y más recursos en áreas críticas como la Oncología, la Medicina Interna y las Urgencias.
Poveda resalta que la población española no está concienciada con la relevancia de controlar los efectos secundarios de los medicamentos y los riesgos que esto conlleva para la salud de un paciente. En el caso de las farmacias hospitalarias están bien dotadas, cuentan con sistemas activos de detección y notificación de errores de medicación, y en la mayoría de los casos personalizan los tratamientos adaptándolo a las necesidades del paciente, como los de VIH, esclerosis múltiple, hepatitis o cualquier tipo trasplante. Pero no es igual en las oficinas de farmacia.
Promover la comunicación entre los profesionales, precisar y personalizar el caso del paciente con sus propias características y optimizar la seguridad de los medicamentos de alto riesgo son los pilares fundamentales que debe trabajarse para conseguir reducir la cifra total medicamentos con efectos secundarios y garantizar de la mejor manera posible la salud de la ciudadanía.